10 dic 2013

Propensión de las ratas a los pasadizos pequeños y tortuosos.

   Todo empieza en una oscura noche de otoño, de estas que huelen a hierba mojada, a leña ardiendo y a noviembre, de estas que saben a heridas o a vodka, en las que el cielo rojo amenaza con devorar tu insignificancia con una lluvia interminable. Sí, esta noche es la idónea, me sentaré a llenar este vacío con lunes y alcohol, con besos atragantados que luego vomitaré uno a uno y orgasmos que arrancaré de mi piel con fuego lentamente frente un espejo, buscando en estos ojos marrones algo de compasión que no merezco. Entonces, el cinismo dibujará una sonrisa en mi rostro, cuando por fin encuentre todo el odio en las lágrimas, cuando me reencuentre con mis ojos negros.

   Regalar el cuerpo solo para creer que el tiempo pasará más deprisa, sentir así otra piel y comprobar, noche tras noche, que no existe ningún beso demasiado profundo para llegar hasta aquí.  
En caso de que “aquí” sea un lugar.
En caso de que “aquí” exista.

  El mismo cuerpo que entrego es el que me está matando, no hace otra cosa que robar mi identidad y representarme sin que yo se lo haya permitido nunca.
Necesito huir de esta vulgar prisión que ya no protege los secretos de mis entrañas, que me hiere, que arde, que se derrumba cuando él roza mi espalda. Tengo que escapar de este trozo de carne y agua que se pierde en su reflejo, que solo sirve para comprender el dolor que mi alma no ha aprendido a entender. Y estas alturas de la madrugada no tengo tengo más excusas, no existe una palabra salvo cobardía para poder explicar porqué aún no he hecho del frío mi cobijo eterno, en cambio solo rompo a llorar y quiebro el frágil cristal que se halla en mi pecho, tan frágil ya que las miradas no se dejan sostener.

 Nunca he dejado soñar que muero entre nubes violetas con el olor a madera en mis muñecas, dejando por fin de ser. Yo vuelo. Aún así, creo que alguien sabe de mi anhelo por encontrar a quien pueda contenerme un solo segundo para evitar la caída, tan solo un segundo para volver a sentirme humana deslizando el instinto y la razón entre mis dedos, un momento para olvidar mi necesidad de evadirme y así recobrar velocidad en mi llegada al abismo.

  En pocas palabras, sé que alguien conoce mi propensión a los pasadizos pequeños y tortuosos.

 "Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados han sido perdonados."  Lucas 7:47-48