16 oct 2013

17_10

Abrí aquella puerta sin querer encontrarla pero ahí estaba ella, tumbada con frío, la apología de mi propia fragilidad. Debe permanecer aquí encerrada entre cuatro parades blancas hasta que se reconozca, pues ahora no es más que la decadencia de una flor que ya no puede verse, que no se siente,que no siente nada que no sea su piel desquebrajándose.

Tiene frío.

Dibuja garabatos en la pared para tener pruebas de que aún existe, muestras de que aún está allí. El sonido de su corazón le retumba y le asusta, desea que de una vez se calle. Ahí está, anhelando soñar sin poder dormir, consumiéndose por la semilla de la tragedia sin la cual ella no es más que una pérdida de tiempo.



Tiene mucho frío.

Hace ya mucho que solo ella se contesta, no sabe hablar con lo demás porque teme no poder esconder sus monstruos. Ella solo mira a través de la ventana o las venas de sus muñecas dudando de que en ellas aún haya vida. Ella solo respira.

Tiene frío.

Abrí aquella puerta y estaba allí, ella, la apología de mi fragilidad tumbada y temblando. Me mira como si yo fuera su última salvación de su no saber ser, entonces decide preguntarme creyendo que yo sería capáz de contestar ¿Aún tienes frío?
¿Ya te reconoces en el espejo?
¿te sientes? ¿Crees que existes?
¿Aún le temes a tu corazón? ¿Puedes soñar?
¿Has conseguido distinguirte de la tragedia? ¿Hablas con alguien?
¿Sigues mirándote las muñecas? ¿sigues siendo una pérdida de tiempo?

Pero yo solo pude decirle mientras cerraba la puerta y los ojos: Lo siento, aún tengo demasiado frío.